miércoles, 18 de enero de 2017

Mayores con responsabilidades, mayores felices

Un libro precioso con un protagonista de 77 años.
La indefensión aprendida es una manifestación de depresión en muchas especies y nosotros no nos escapamos. Consiste en llegar a la conclusión de que hagamos lo que hagamos, nuestra actividad no ejerce impacto alguno sobre el entorno, los demás, nuestro modo de pensar. Muchas personas mayores viven en entornos donde no ejercen el menor impacto sobre los demás ni sobre el día a día. Por ejemplo, en numerosas residencias y centros de día. Todo está superorganizado, desde la mañana a la noche, las horas de comer, de aseo, de médico, de juego, de tele, de rehabilitación, de visita familiar... Sin que en ese hotel de ensueño (para quienes disfruten de las comodidades de las superresidencias de precio prohibitivo o de las mejores del sector público) tengamos la menor influencia sobre comida, bebida, ocio, actividades...  

Dos mujeres mayores de regreso a casa
Tal vez por ello, muchas personas prefieren vivir en casa hasta que ya no pueden más, hasta que es inevitable que alguien ayude o cuando eso tampoco sirve para seguir adelante y la demanda de servicios se incrementa. Con todo, cada vez hay más evidencia de que algunos de los achaques se pueden paliar o minimizar con actividad, con mantenerse activa: ir a la compra, pagar la luz entre el 1 y el 10 en el banco, pedir hora en la peluquería, visitar a la pescadera, carnicera, tendera; echar un vistazo en la videoteca de la biblioteca municipal, tomar el autobús de ida y vuelta o compartir casa. Hace años que en su libro , Robert Sapolsky dedicaba unas páginas al final del mismo a la experiencia de dar responsabilidades a los mayores en las residencias donde normalmente vegetaban entre turnos de cuidadoras muy atareadas con hacer las cosas a tiempo y con llevarse bien con la supervisora del turno. Siguiendo las experiencias de indefensión aprendida de otros psicólogos, identificó experiencias de toma de decisiones por parte de los usuarios en algunas residencias y cómo esas actividades ayudaban en la reducción del malestar psicológico y además físico de las personas que podían tomar decisiones. No eran muy complicadas, no se trataba de la gestión del centro o de las nóminas, sino de cosas más banales, aparentemente, como tener plantas que cuidar, incluso o sobre todo en las instalaciones comunes, o tomar decisiones sobre los canales de televisión o los postres o comidas para la semana próxima. Tener una incidencia, en definitiva, sobre el entorno, para poder considerarse válidos, aún. Por cierto que las residencias se clasifican así, residencias para válidos y para dependientes. Aunque, en realidad, todos son válidos en mayor o menor medida y desde luego siempre hay actividades para las que somos válidos durante toda nuestra vida. siquiera para ser abrazados, ¿no os parece?
Foto prestada. Programa de adopta a un abuelo


 Desde la ONG Solidarios para el desarrollo, manejan programas de acompañamiento y de convivencia entre mayores y jóvenes. Si alguna vez has leído sobre felicidad y motivación y blablabla, verás que en los estudios más recientes se considera que las relaciones con otros ocupan un lugar destacado en el grado de bienestar que somos capaces de percibir y disfrutar. Con la edad, la familia va desapareciendo, si no ha sido muy extensa y tú eres longeva hasta puedes quedarte sin miembros y esa soledad no elegida es uno de los peores sentimientos a los que te puedes enfrentar. No obstante, nuestra capacidad para la empatía, para contagiarnos de sentimientos agradables, es, generalmente, muy alta. Por lo que en contacto con otras personas, con actividades que realizar y con deseos de esperar para hacer algo o ver a alguien, la calidad de vida mejora. Recuerdas el libro ¿El pirncipito? El zorro necesita ser domesticado, pero, sobre todo, el zorro desea que el principito le diga a qué hora va a venir mañana, porque así comenzará a menear el rabo, a alegrarse, un ratito antes.


lunes, 16 de enero de 2017

Compasión, autocompasión y fatiga

Muchos cuidadores (cuidadoras, que no me canso de decir que son ellas quienes cuidan de todos nosotros en general) se agotan por compasión.

Si la definimos como Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien, que es lo que dice de ella el Diccionario, el no ver salida a las situaciones lleva a una situación de estrés excesivo (por su frecuencia, más que por su intensidad) y a la percepción de no poder más o de pasar del tema, Porque hay que seguir viviendo.

En la psicología contemporánea se escribe y se habla de compasión, como autocompasión. Sería el cuidado que nos podemos prestar a nosotros mismos, independientemente de las circunstancias externas.

Es un sistema de protección, que sin ser equivalente a la autoestima (ésta es muy difícil de lograr para algunas personas, porque es comparativa, se quiera o no, la sociedad maneja patrones y la autoestima procede de logros, grandes o pequeños -aprobar, terminar el trabajo, ser admirada por un minuto, gozar de un buen tiempo en la carrera...), nos ayuda a mantener el reconocimiento de lo que somos y de nuestra valía como personas (no como objetos, que es a lo que la autoestima, a veces, nos retrotrae).

He traducido para ti la escala reducida de FC, fatiga de compasión, de Figley, Adams y Boscarino. Existe un modelo con más items, pero ellos decidieron reducirlo porque les funcionaba para medir FC (Richard E. Adams, PhD, Joseph A. Boscarino, PhD, MPH, and Charles R. Figley, PhD. 2006. Compassion Fatigue and Psychological Distress Among Social Workers: A Validation Study.
Published in final edited form as: Am J Orthopsychiatry. 2006 January ; 76(1): 103–108. doi:10.1037/0002-9432.76.1.103)

Evalúate de 1 a 10, siendo 1, nunca o raramente y 10, Casi siempre.
Si eres cuidador@ principal de un familiar, pues el trabajo es lo que haces por él o ella, independientemente de que te remuneren o no por él. Es trabajo. Mucho trabajo.

1-2-3-4-5-6-7-8-9-10

CUESTIONES

1. Me siento atrapada en el trabajo.
2. Tengo la sensación de que estoy dejando de lado los objetivos de mi vida.
3. Tengo pensamientos del pasado en los que siempre está esta persona (o las personas que cuido).
4. Siento que en este trabajo estoy fracasando.
5. Tengo sueños problemáticos, como le sucede a ella (o a las que cuido).
6. Tengo una sensación de desesperanza respecto de ella (o de las personas a las que cuido).
7. Me siento tan cansada, tan débil, por culpa de este trabajo (actividad).
8. A veces tengo pensamientos inconfesables, de los que me averguenzo, este trabajo me saca de mi.
9. Sé que estoy bajita, deprimida, y que es por este trabajo.
10. Este trabajo contamina mi vida personal, no me siento a gusto como antes, no disfruto.
11. A veces siento como miedo, no sabría explicarlo, como si fuera pequeña otra vez, indefensa.
12. Tengo mucho resentimiento acumulado por este trabajo, estoy sin ilusión.

Si puntúas por encima de 85, conviene que hables con alguien, para mejorar tu bienestar personal.

En el libro encontrarás más ejercicios y claves para manejar tu situación personal como cuidadora.
¡Ah! Ayúdame y contesta a este cuestionario, que es anónimo. Se trata de compasión, compasión por una misma. Estoy escribiendo sobre ello, y los resultados, aun anónimos, me vienen bien para conocer las preguntas que necesitan más atención.
Saludos.


lunes, 9 de enero de 2017

Sobre el duelo

Una de las mayores dificultades con la que se enfrentan los cuidadores profesionales son los reiterados duelos. A veces se suceden con tanta frecuencia, que les deja heridos durante mucho tiempo.

Ofelia 
En breve iniciaré un programa sobre el duelo en la literatura y desde la religión, porque los enfoques son tan distintos. Me gustan las obras de escritores que han transitado por el duelo, sea por el fallecimiento de alguien muy querido (la escritora Joyce Carol Oates tiene dos obras, una Mi madre, donde recoge el fallecimiento de la madre de la protagonista y donde se recrea en el recuerdo de cómo era, de acontecimientos, de cosas vividas juntas; la otra, Memorias de una viuda), por su incursión en un tipo de literatura hiperemotiva, como es el caso de Max Porter y su El duelo es esa cosa con alas.

Un libro como Estoy en duelo, de Los camilos, religiosos dedicadods a cuidados paliativos, puede ser de interés para personas que encuentran consuelo en textos religiosos y testimonios de católicos dolientes. Jose Carlos Bermejo hace un breve recorrido por las diversas preguntas que alguien tiene a la hora de enfrentarse al duelo, desde el sentimiento de culpa (a veces deseamos que se muera quien no tiene solución y además nos agota a lo largo del día, como si de un Sísifo se tratara).

En una de las páginas del libro de Max Porter, el autor habla:

De lo que ya no utilizará más.
De lo que ya nunca terminará.
De lo que ya no podré comprarle.
De los pelos que no quedarán más en el cepillo.
De la respiración que no escucharé jamás.

Joyce Carol Oates, que estaba a punto de enviar un texto, a falta de correcciones y poco más, a su editor, se quedó sin energías tras la muerte inesperada de su marido.
En la entrevista a la que tienes acceso en el enlace de más abajo, afirma que se encontró con deseos de suicidarse durante un tiempo. Que no te suceda a ti. Si tienes dificultades, te ayudo,





Entrevista a Joyce Carol Oates tras la muerte de su marido y durante la publicación de una obra suya en España.
Para saber más de ella.

Entrevista a Max Porter, escritor y editor.
Entrada sobre su obra en un blog literario, con muchos comentarios.