martes, 4 de abril de 2017

Voluntariado de acompañamiento a mayores

Dar plática, conversar con el otro, es una de las recetas para la felicidad. Hay otras, pero no son tan eficientes. Desde la psicoterapia, tan extendida en nuestros tiempos, se abunda en modelos como la realidad virtual para afrontar miedos y ansiedades. Con la depresión también se intenta. Me recuerda un artículo que leí hace muchos años sobre la costumbre de tener maniquíes de madera en las cabañas de tramperos y otros profesionales aislados en Canadá. Las fotos impactaban, un trozo de madera del tamaño de un adulto, vestido con ropa de andar por casa, ocupando parte de un sofá.
Ahora, incluso alguna firma de moda ha elaborado un maniquí de 3D idéntico a una de sus clientas. Avanzamos en la soledad y el aislamiento, a la par que en el narcisismo. Ese es nuestro camino, nuestra elección actual.
Quizás una alternativa consista en llenar las habitaciones de los mayores que viven solos, que padecen dolencias invalidantes, de maniquíes. Incluso cada uno de esos muñecos podría representar una persona con la que le gustaría conversar de nuevo.
Como alternativa a esta posibilidad, está la de realizar voluntariado en alguna asociación.
Me impresiona el modelo de Adopta un abuelo, porque pone en contacto a jóvenes con mayores. Con una estructura donde el protagonismo es de los propio jóvenes, que pueden ser los propios embajadores del proyecto, para implantarlo en sus zonas de influencia, para ser responsables y líderes y transforma el modo en que nos acercamos a los mayores.
La fundación amigos de los mayores es otra de las oportundades para hacer algo por los demás. Tiene un talante más tradicional, por lo que la edad media de los voluntarios también es distinta.
En solidarios también existe la línea de acompañamiento a mayores.
No me olvido de Cruz Roja, el gran holding de la ayuda en España.
La idea de poder acompañar a alguien de manera altruista, recibiendo a cambio un reconocimiento y lealtad que no esperabas como voluntario, que no buscabas, en realidad, es el primer motivo para empezar en este tema.
Quizás, no obstante, los modelos de acompañamiento tendrán que mejorar con el tiempo, organizando por barrios y locales disponibles, por actividades, por grupos de voluntarios que compartan la responsabilidad de hablar con un grupo de mayores, relajando la carga. Porque, no nos engañemos, hacer voluntariado de acompañamiento dos horas a la semana genera un compromiso personal serio, que influye en que no existan tantos voluntarios como se necesita. Tal vez al organizarlo en grupos, los voluntarios formarían equipo para visitar, como si de sobrinos o nietos se tratara, que puede visitarme más de uno.
Es una idea para beneficiar la permanencia de los voluntarios en los proyectos y para reducir su carga. En este sentido, los acompañamientos en residencias reducen mucho la carga frente a las visitas a domicilio, que se convierten en obligatorias por los lazos que se desarrollan entre voluntariado y persona mayor.
Seguro que evoluciona con el tiempo. Para mejor.